Aprendizajes corporales
¿Con cuántas personas nos cruzamos al día en un centro educativo? ¿Con cuántas interaccionamos, conscientes de que estamos estableciendo una relación?
La dimensión de la alteridad en la escuela es especialmente importante, pues influye directamente en el aprendizaje. Las relaciones se construyen desde nuestro cuerpo y desde aquellas expectativas culturales, como los prejuicios sexuales, raciales, ideológicos, que se van configurando en nuestra imagen corporal. Nuestros cuerpos son comunicación con otros y a través del lenguaje del cuerpo manifestamos nuestras relaciones igualitarias o discriminatorias, aquellas que revelan la negación del derecho a existir de otros y aquellas que hacen espacios de convivencia. El cuerpo muestra en las relaciones si queremos dominar o servir al otro. Muestra nuestro deseo de control sobre el otro o nuestro deseo de ofrecer libertad a los demás. Muestra las consecuencias del odio o las de la sanación. La educación en relaciones sanas no solo incluye una educación moral que hable de límites y posibilidades, tampoco solo una educación física que incida en la salud del cuerpo, ni tampoco una educación intelectual que hable de respeto y solidaridad. Además de todo ello, incluye una educación corporal que tiene en cuenta el desarrollo de la persona, es decir, la relación entre cómo se siente con su cuerpo (entendiendo cuerpo como las distintas dimensiones que definen a la persona) y como los otros ven su cuerpo. Con ello conseguimos relaciones sanas de las que se aprenden corporalmente a “in-corporar” y a “a-cuerpar”. Incorporar significa levantarse, ponerse de pie, incluirse de nuevo en la sociedad. Acuerpar significa apoyar, sostener, defender y favorecer a otros en sus procesos. Aprender con el cuerpo implica una educación holística, donde lo corporal articule otros saberes éticos, teóricos y sensoriales. Con el cuerpo plenificamos la vida regalada por Dios, la vida en relación.