Nuestra memoria es nuestra fuerza
En estos días de crispación constante, es bueno tener una mirada amplia para comprender mejor los acontecimientos que suceden. Hay dos elementos que ensanchan nuestra mirada. El primero tiene que ver con la capacidad de mirar más allá de nuestro ombligo, de nuestras circunstancias y de nuestro día a día. Requiere un cierto esfuerzo consciente al principio, hasta que sale de forma natural estar pendiente de lo que el otro hace, de lo que sucede en el barrio o se mueve en lo que me rodea.
La mirada más allá de mí es siempre gratificante, pues sorprende al recibir lo diferente del otro. Con el tiempo se convierte en una actitud, muy beneficiosa para la vida en comunidad. El segundo elemento tiene que ver con nuestra proyección de futuro, es decir, tener memoria. Sí, no me he equivocado al decir proyección de futuro. Si no se tiene memoria, no se puede comprender el presente, pues no podemos entender por qué las crispaciones, los enfrentamientos y los acercamientos son como son si no se sabe que sucedió previamente. Y sin hacer memoria y comprender el presente, no se puede soñar un futuro, pues, si se hace, será un futuro incompleto, que no transformará la historia, sino que la repetirá. La memoria nos permite mejorar la historia. Pero ¿qué memoria? ¿La de los victoriosos? ¿La que está escrita en los libros? Para hacer memoria, necesitamos el primer elemento: mirar más allá de mi propia memoria o la de los victoriosos, hacer memoria de forma colectiva. Solo así, con una memoria colectiva, de mirada amplia, podremos construir futuros juntos, como colectivos que comprenden, perdonan y reconcilian, se autoimponen criterios éticos para relacionarse mejor y, con ello, construyen un futuro más misericordioso e incluyente. Qué menos que construir la memoria y soñar el futuro estuviera en el currículo de la escuela. Nuestra memoria es nuestra fuerza.