Corresponsabilidad
Los tres principales agentes educativos son la familia, la Iglesia y el Estado. La corresponsabilidad exige una clara delimitación: cada una realiza su particular función y tiene su rol específico.
Uno de los debates más apasionantes que se dan en la actualidad tiene que ver con el rol y la responsabilidad de los agentes educativos. Si se entiende por agente la causa eficiente de la labor educativa, el motor de la misma, se debe reconocer, a juzgar por la literatura especializada sobre la cuestión, que no existe unanimidad entre los filósofos de la educación respecto a quién es el principal agente de la acción educativa y qué es lo que compete a cada cual. La pregunta sobre la identidad del agente o agentes educativos no es baladí. Coexisten distintos modelos teóricos y varias concreciones históricas de los citados modelos. ¿A quién se debe imputar la tarea formativa? ¿Quién es el responsable de la formación de los ciudadanos? ¿Qué instituciones deben asumir esta responsabilidad y en qué orden jerárquico? ¿Qué aporta cada una en la configuración de la personalidad de un ser humano?
El agente educativo tiene que apoderar o dar poder al ser humano para que desarrolle sus potencias latentes, sus capacidades, con el fin de que llegue a ser lo que realmente está llamado a devenir. Esta es la finalidad de la labor formativa, lo que corresponde al agente educativo. La finalidad inmediata es que el destinatario del proceso alcance la plena autonomía, pero la finalidad última es la autodeterminación, que llegue a ser plenamente lo que está llamado a ser, pues esto es, propiamente, la plenitud.
La autonomía se relaciona, en primer lugar, con la capacidad que tiene uno para desarrollar, por sí mismo, funciones básicas de la vida (autonomía funcional); pero también con la capacidad de tomar decisiones libre y responsablemente (autonomía moral), mientras que la autodeterminación se vincula estrechamente al proyecto existencial de la persona, al desarrollo de su vocación en el mundo. Los tres principales agentes educativos son la familia, la Iglesia y el Estado, pero cada uno de ellos realiza su particular función y tiene su rol específico.
La corresponsabilidad exige, por tanto, una clara delimitación de sus competencias (qué hace cada cual), pues, cuando una de ellas se extiende más allá de su círculo de influencia y coloniza un espacio que no le pertenece, irrumpe el conflicto. Sin embargo, si uno de los agentes no desarrolla su misión, ya sea por dejadez o por incapacidad, otro debe asumir su tarea, con lo cual se ve obligado a desarrollar una función que no le corresponde y para la cual no está habilitado.
Los tres principales agentes educativos son la familia, la Iglesia y el Estado.
La corresponsabilidad exige una clara delimitación: cada una realiza su particular función y tiene su rol específico.
Primera comunidad educativa
La familia es la comunidad educativa básica y nuclear, la estructura de acogida fundamental para el completo desarrollo del ser humano. A pesar de ello, es, como veremos, una estructura frágil e imperfecta que, por sí misma, no puede garantizar la formación integral de la persona. Según Edith Stein, filósofa, mística y religiosa carmelita descalza, la familia es la primera comunidad educativa, pero es una sociedad imperfecta, porque, como la escuela, está integrada por personas (padres e hijos), y la persona es un ser frágil y vulnerable. Forma parte del deber de los padres educar a sus hijos. Aun así, la familia no siempre dispone de recursos materiales e inmateriales para llevar a cabo la formación. En este sentido, como entidad frágil que es, necesita la protección del Estado para poder existir.
Acogido en el marco de la estructura familiar, el niño empieza a desarrollar distintas operaciones como pensar, sentir y obrar, imitando a sus referentes adultos, a sus padres y maestros. También aprende lo que es la vida en comunidad, integra un conjunto de valores y de aptitudes básicas para la vida social y la convivencia. En este marco, el niño descubre su peculiaridad personal, se reconoce como un ser singular, único, distinto de sus padres y de sus hermanos. La confianza constituye un ingrediente básico en la educación infantil. El niño que crece en el marco de una familia y adquiere el valor de la confianza.