No vivir solos
Nadie puede pensar que puede vivir solo. Desde que nacemos hasta que morimos, somos cuidados por otros y, en algún momento de la infancia tardía, comenzamos a cuidar a otros. Esto se prolonga hasta que nos morimos. Cuidado y cuidar se dan normalmente a la vez. Preguntarnos cómo bordar los cuidados en el contexto educativo puede ser una buena manera de crear un ambiente de acogida en el centro educativo. Pensar desde el cuidado es ante todo un desafío, porque supone dejar de pensar la educación como un éxito educativo que cubra las expectativas de las listas de la comunidad autónoma, el Ministerio, PISA, etc. y pensar desde las relaciones de cercanía proyectadas al futuro. Pensar desde el cuidado la escuela es crear regímenes de significación que adquieren los cuidados en el aprendizaje personal y colectivo que se está dando todos los días en el centro educativo. Esto hay que pensarlo desde diferentes escalas micro o macro, desde las dinámicas tutor-alumno en el aula, hasta la estructura y organización docente del claustro. Los cuidados no son solo acciones, son principalmente dimensiones relacionales que forman un entramado orgánico de acogida, de acompañamiento y de procesos de crecimiento y maduración de las personas implicadas de un determinado ambiente. Esto significa que pasamos a entender la educación como un proceso globalizado en el que el entramado orgánico del cuidado se hace cotidiano, relaciones de interdependencia que hacen posible una vida social más vivible y más proyectada a construir un futuro donde quepan todos. Educar desde las dinámicas del cuidado es sembrar para el mañana, recuperar la dimensión solidaria de la vida en comunidad y en sociedad y acompañar a generaciones que estarán mejor preparadas para dar respuesta a los problemas que el modelo capitalista y consumista ha provocado y seguirá provocando.